Conferencia en la Ibero, México, D. F.

Tema: La sinestesia, el erotismo, el síndrome Stendhal, el goce intelectual y el goce espiritual.

Agradezco a los organizadores la distinción que han tenido hacia mi persona, al invitarme a este foro como expositor.

Me complace mucho estar ante un grupo de estudiantes curiosos, deseosos de alcanzar una comprensión más justa de los fenómenos que están envueltos en el misterio que llamamos Historia del Arte.

Un amigo mío psicoanalista, que cree que canta bien, cada vez que lo invitan a dar una charla, comienza su intervención cantando una canción. Es una buena manera de distender un poco la formalidad de la reunión. A mi me gusta comenzar leyendo algún poema.

De Alfonso Rubio y Rubio

Luna de Horas

Ven, tiende tu escala Derrama tus hechizos

Ráptame en espiral de música y de alas.

Llévame en torbellino, en vértigo,

En ascensión gloriosa a tu delicia, Oh, virgen solitaria.

Hazme perder esta conciencia oscura que me aleja de ti.

Sacia mi sed, el hondo anhelo,

El unánime afán de poseerte.

Apaga el duro grito de mi sangre y condúceme fiel a tu regaso

Claro destino cierto a mi existencia.

Dicen , y con razón, que el que mucho abarca poco aprieta, y eso es justamente lo que va a pasar con este tema. En estos pocos minutos que quedan intentaré hacer un breve análisis de lo que me parece más evidente de lo que le puede suceder al cuerpo de una persona cuando se enfrenta a las obras de arte bajo cualquiera de sus lenguajes de expresión: pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, danza, fotografía, instalación, performance, cine, ópera y otros.

Me gustaría precisar que estos fenómenos a los que me referiré no son constantes ni permanentes, es decir, se presentan de forma aislada (a veces nunca), se presentan de manera fugaz y se presentan en intensidades muy diversas. Esto es importante tenerlo muy en cuenta.

Los fenómenos a los que me quiero referir los dividiré en dos grupos. En el primer grupo me referiré a la Sinestesia, el erotismo y al síndrome Stendhal. En el segundo grupo me referiré a lo que es el goce intelectual y el goce espiritual.

 

Grupo 1.

Dentro de este grupo pondré aquellas reacciones del cuerpo humano que se dan de manera explosiva y tal vez de manera incontrolable.

La Sinestesia

La sinestesia, del griego συν, ‘junto’, y αισθησία, ‘sensación’, es, en retórica, estilística y en neurología, la mezcla de varios sentidos diferentes. Un sinestésico puede, por ejemplo, oír colores, ver sonidos, y percibir sensaciones gustativas al tocar un objeto con una textura determinada. No es que lo asocie o tenga la sensación de sentirlo: lo siente realmente. Los sinestésicos perciben con frecuencia correspondencias entre tonos de color, tonos de sonidos e intensidades de los sabores de forma involuntaria. Por ejemplo, tocar una superficie más suave le puede hacer sentir un sabor más dulce. Estas experiencias no son metafóricas o meras asociaciones sino percepciones. Otro ejemplo, asociar el color amarillo al número 7. Algunos ven colores cuando escuchan música, otros pueden sentir el sabor de las palabras. Otras personas pueden percibir la letra A de color rojo, la S de color amarillo y la Z de color negro.

Científicos de la Universidad de California, sostienen que sus descubrimientos apoyan la idea de que la sinestesia se debe a una activación cruzada de áreas adyacentes del cerebro que procesan diferentes informaciones sensoriales, este cruce podría explicarse por una falla en la conexión de los nervios entre las distintas áreas cuando el cerebro se desarrolla en el interior del útero

La sinestesia no es un fenómeno patológico en absoluto pero puede inducir estados de confusión perceptuales y puede además ser inducida por sustancias tóxicas como el LSD, peyote, hongos alucinógenos, mezcalina y otros. Al parecer es un fenómeno que depende poco de la voluntad y que se impone en la conciencia a ráfagas involuntarias, dicho de otra forma es un fenómeno paroxístico, como un ataque epiléptico que no compromete la motricidad ni la conciencia, un fenómeno de intensificación emocional.

Un ejemplo:

Fue durante mis estudios universitarios cuando tuve mi primera experiencia con la “sinestesia”. Fue una madrugada escuchando el Bolero de Ravel la vez en que “ví” colores en la música. En realidad, al principio no eran colores, eran más bien fogonazos, destellos. Como si la música, en lugar de sonidos, fueran chorros de luz. Poco a poco, las notas musicales fueron tomando esos colores; yo lo atribuí al principio al hecho de que al ser un motivo musical tan repetitivo, mi mente terminó por “ausentarse” del sonido y centrarse en imágenes. Entonces, la escala musical apareció ante mí como un arco iris: Do era de color azul; Re, dorado; Mi, marrón; Fa, gris; Sol, rojo; La, amarillo y Si, verde. Tal fue la sensación que tuve que incluso llegué a plantearme en escribir una especie de “tratado” explicando la experiencia y darle algún tipo de utilidad… aunque me pareció una tontería y deseché la idea pronto. Esta sensación la he tenido también con un tema de Silvio Rodríguez titulado “Canción de Invierno”.

Otro amigo muy cercano en Morelia me contó que un día un sobrino de él le dio a beber mezcal curado con peyote y tenía que manejar en carretera unos sesenta kilómetros para llegar a su casa. Cuenta que fue la experiencia más bella que ha tenido pues venía en la carretera viendo la música.

 

El erotismo.

Erotismo es una palabra formada a partir del griego ἔρως: érōs con que se designaba al amor apasionado unido con el deseo sensual. Tal sentimiento fue personificado en una deidad: Eros.

En castellano y otros idiomas modernos el término «erotismo» connota y denota a todo lo relacionado con la sexualidad y no simplemente con el acto sexual físico sino también todas sus proyecciones. De este modo el erotismo puede observarse en combinación con la libido, término más usado por el psicoanálisis de tipo freudiano. El adjetivo erótico nos indica que el tema a tratar está relacionado con el sexo dependiendo del sustantivo al que califica: cine erótico, postura erótica, juguete erótico, etc.

Existe un género dentro del arte definido por su temática, como erótico: literatura erótica,  pinturas o esculturas eróticas.  En general, se suele nombrar como arte erótico aquel que provoca un placer que involucra al cuerpo.

El discurso artístico se vuelve un cuerpo erótico cuyo poder de seducción radicaría en la demanda de una interpretación. Lo oculto, lo prohibido, lo invisible, lo reprimido, lo velado representan la posibilidad de que el espectador se vea envuelto y seducido por las imágenes y se aproxime a la obra con el deseo de descubrir el velo, de transgredir ese discurso, de desentrañar un misterio.

Hay una condición estética en los objetos que definimos eróticos, pues estos deben seducir, conmover nuestros sentidos para atraernos.

El Eros, o erotismo es sinónimo de enamoramiento por una esencia fugaz que inspira y emociona, que no permanece como la belleza, o dicho de otro modo, lo que nos embeleza. Somos conscientes de su fugacidad, sabemos que ella no nos pertenece para siempre. La conciencia del instante que huye nos fascina, deseamos aquello que muere; el saber que moriremos nos lleva a la búsqueda de la belleza con la ansiedad de quien se sabe finito. Así, el erotismo se impone como un ejercicio de la voluntad para prolongar el placer que nos causa la belleza. Prolongar el placer es ir en contra de la muerte.

En el mundo de los objetos, el erotismo puede confundirse con el fetichismo que es la derivación, hacia objetos o partes del cuerpo, de la libido; de tal manera que la vista o una simple imagen real o mental de esa parte del cuerpo provoque en el fetichista un deseo sexual.

Ejemplo: En otra ocasión (esto me da un poco de vergüenza decirlo) tuve una experiencia… cómo decirlo… bueno, “casi” orgásmica. Fue con una canción de Queen titulada “The Prophet’s Song”. También era de noche cuando la escuchaba y en un momento determinado del tema mi cuerpo reaccionó al igual que una excitación sexual.

 

«En cierta ocasión, el rostro satisfecho de Leda pintado en la obra Leda y El Cisne por Antonio Allegri “Il Correggio” fue acuchillado. Y no fue un acto de vandalismo en sí, sino casi un gesto de defensa. El propietario del cuadro, Luis, hijo del Duque Felipe de Orleans y regente de Francia, se sintió turbado por la sonrisa satisfecha de la joven retratada en el acto de consumar el acto sexual con el cisne en el que se había transformado Júpiter a fin de poseerla. Lo curioso del caso es que no atacó su cuerpo sino su cara, porque es allí donde se centraba toda la carga erótica de la pintura.»

 

“Cuando se trata de erotismo el éxito que puede haber es provocar en el espectador no sólo un interés estético, porque si la obra es buena estéticamente es válida, pero también debe producir en el espectador excitación sexual, de lo contrario no funciona».

 

Sigmund Freud dijo en uno de sus tres ensayos sobre el sexo se refiere al erotismo de esta manera:

«Me parece indudable que el concepto de lo ‘bello’ tiene su raíz en el campo de la excitación sexual y originariamente significó lo que estimula sexualmente (…) Se conecta con ello el hecho de que en verdad nunca podemos hallar ‘bellos’ a los genitales mismos, cuya vista provoca la más poderosa excitación sexual.»

 

El Síndrome Stendhal.

 

Marie Henri Beyle, más conocido por su seudónimo literario, Stendhal, nace en Grenoble, Francia, en 1783. Mente brillante y privilegiada, acaba trabajando en el Ministerio de Guerra como militar. Esta actividad es la que le lleva a conocer la que sería su más secreta pasión: viajar.
Hay muchos modos de emprender viaje y recorrer kilómetros, pero para Stendhal, dada su gran sensibilidad, no hay otra manera que no sea la de integrarse en la cultura y los sentimientos de aquellos lugares que conoce. Cada ciudad, cada persona que encuentra en su camino, se convierten en una experiencia iniciática. Escribió Stendhal: “… yo he tomado ya una decisión: los monumentos célebres los veré siempre completamente solo”. Para el escritor, el conocer las esculturas, los edificios antiguos, no se trata solamente de ver o de contemplar, se trata de realizar un viaje al interior de sus propias vivencias, de sus recuerdos, de las inigualables experiencias que son las que forjamos dentro de nosotros mismos. Stendhal creía que todas las obras de arte estaban generadas desde las pasiones del hombre, lo que le llevaba al encontrarse con ellas, a remover y remozar su propio espíritu. Nunca sabremos si esto se debió únicamente a su alma sedienta de saber y belleza, o si en algo contribuyó que el país protagonista de sus andanzas no fuera otro que la seductora Italia. Tanta fue la pasión que sintió por este país que se declaró su hijo adoptivo.
Recorre Stendhal Florencia, ya enamorado de Milán y su vida cultural, dado que era gran amante de la música y la ópera. Describe en sus escritos Roma, Nápoles et Florencia y en Mémoires d´un touriste no sólo lo que visita sino las sensaciones que experimenta. Nos cuenta de una manera ingenua, casi infantil, cómo estando dentro de la Basílica de la Santa Croce de Florencia sufre una especie de abatimiento, con fuertes latidos de corazón: “Me encontraba en una suerte de éxtasis, por la idea de estar en Florencia y el barrio de los grandes hombres, cuyas tumbas acababa de ver. Absorto en la contemplación de la belleza sublime, la veía desde cerca, la tocaba por así decirlo. Había llegado a ese punto de emoción donde se reúnen las celestes sensaciones aportadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, sentí una sacudida en el corazón, la vida se quedó exhausta en mí, caminaba con miedo a caerme.”

Stendhal, Rome, Naples et Florence, 29 de agosto de 1817.

Stendhal estaba fascinado por los frescos de Volterrano y por las tumbas de los hombres ilustres que están en la Santa Croce, y sólo se recupera, según deja plasmado en sus escritos, al sentarse en un banco y recibir en la cara el frescor del aire. Las emociones del escritor ante la magnificencia de la belleza artística superan su estado racional. La incapacidad de expresar de un modo inmediato todos sus sentimientos llevó a Stendhal a un momentáneo estado de shock. El médico que lo revisó, le diagnosticó “sobredosis de belleza» y desde entonces ese síntoma se conoce como El Síndrome de Stendhal.
El bello malestar que experimenta Stendhal, y que hace que su visita no sea una mera anécdota, sino una experiencia vital que le transforma, no es un sentimiento único en la vida del escritor. Uno de los fines últimos de cualquier arte es producir una actitud renovadora en su público. El síndrome de Stendhal se ha descrito de este modo por el equipo de psiquiatría del Hospital de Santa María Novella de Florencia, que atiende una media de 12 turistas al año con los mismos síntomas que Stendhal. Es cierto que 12 personas no suponen un elevado porcentaje en el total de turistas que recorre las calles de Florencia, pero es que las almas sublimes no abundan.

El síndrome de Stendhal, también conocido como el síndrome de Florencia, es una enfermedad psicosomática que provoca un elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando una persona es expuesta a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte, especialmente si se encuentra en lugares cerrados.
A pesar de que se registraron muchos casos de personas que sufrieron de vértigo y desmayos mientras visitaban las obras de arte en la ciudad de Florencia, -especialmente en la Galeri degli Uffizi desde inicios del siglo XIX-, fue sólo en 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini la describió como un síndrome, al observar más de 100 casos similares en Florencia, luego de llegar a un éxtasis de belleza, que incluso llevó a algunos al extremo de intentar destruir las obras de arte.
Desde entonces, este síndrome es estudiado, diagnosticado y medicado por los profesionales que trabajan en un departamento exclusivo del Hospital Santa María Novella, en Florencia.
El síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántico-emotiva ante el exceso de belleza y la exhuberancia del goce artístico.

Ejemplo: Por otra parte, he vivido decenas de veces la sensación de “no poder más” ante determinadas obras maestras; quiero decir con esto que han llegado momentos en los que me he visto obligado a parar la música porque sentía que mi cuerpo y mi mente estaban siendo sometidos a una “sobrecarga de belleza” tal, que incluso creía marearme. No es lo común, pero, como le digo, me ha ocurrido en varias ocasiones. Siguiendo con la música, en alguna ocasión también me he sorprendido a mí mismo explicándole a alguien que la Música para mí es un ente vivo: la vivo como si de una especie de espíritu se tratase. No sé cómo explicarme… Como si la Música tuviera alma, como si en algún momento hubiese tenido un cuerpo y se presentase ante mí en forma de espíritu. Es decir, yo no “vivo la música” como al parecer todo el mundo hace; es decir, no es que “la música sea mi vida” como le pasa a mucha gente, más bien yo “respiro” la música, la degusto, la palpo, la huelo; la SIENTO en el sentido más estricto y físico. Escuchar o interpretar música me ha llegado a quitar el hambre (más bien ha hecho que me olvide de comer).

Hasta aquí el primer grupo de reacciones físicas del cuerpo frente al arte. Repito que estas tres reacciones que acabo de mencionar son en su mayoría actos involuntarios que se producen en intensidades muy variables y que son bastante efímeros.

 

Segundo grupo: El Goce intelectual y el Goce espiritual o estético.

El segundo grupo que trataré mucho más escuetamente se trata de reacciones mucho más frecuentes, más duraderas y que se derivan tal vez de experiencias más conscientes aunque , en ocasiones, también involuntarias.

El Goce Intelectual.

Se le llama “gozo intelectual” al que ocurre en el momento exacto de una nueva comprensión o de una nueva intuición. Pero ¿qué es comprender? ¿Qué es intuir? Comprender es entender el significado de algo, es percibir la naturaleza o las ideas profundas contenidas en ese algo. Cada salto en la comprensión tiene asociado un gozo. Intuir es presentir, es sospechar lo que vamos a comprender. Estudiamos intensamente un asunto, investigamos, cometemos errores, iniciamos de nuevo el camino, conversamos, comprendemos, ¡Gozo intelectual!

A medida que intuimos, que conocemos, comprendemos mejor el mundo que nos rodea, disfrutamos más de la belleza de la naturaleza o la creada por nuestros artistas. Sin duda alguna el conocimiento nos hace menos manipulables, más libres. Quizás sea por eso que muchos se empeñen en que sigamos viviendo en la ignorancia, negando la razón y la educación.

 

Enseñar a hacer preguntas es mostrar el camino del goce intelectual, una actividad al menos tan entretenida como el sexo, asegura Jorge Wagensberg, ensayista, divulgador de la ciencia, creador del Museo de Ciencia de La Caixa y profesor de la Universidad de Barcelona. Con su libro “El Gozo Intelectual” nos invita a que aspiremos ese aroma en el que se funden la inteligencia y la belleza.

Ejemplo.

Creo que el goce intelectual más que estar en el saber, o en conocer. El goce, el auténtico goce intelectual está en el acto mismo de comprender. En una cena comentando este tema con un premio Nobel, éste explicó que eso del gozo intelectual cuando se experimenta es mejor que el sexo.

El goce intelectual y el goce espiritual son dos niveles diferentes de conocimiento. Con el primero uno comprende al modo tradicional, con el segundo uno ve directamente la realidad tal cual es.

 

El Goce espiritual o goce estético.

El «goce espiritual o estético tiene que ver con esa sensación de plenitud que uno experimenta cuando realiza el encuentro deseado con aquello que ha estudiado y que conoce, tal vez, solo por libros. Es un placer que está ligado al conocimiento y que involucra la totalidad de la experiencia de cada individuo. Es un gozo que puede estar muy vinculado al deseo y que puede prolongarse tanto como dure éste. Circunscribir el goce sólo a lo material y corporal es reducirlo, va mucho más allá. Es conveniente recordar que la percepción humana no se limita a la dimensión sensorial.

Ejemplo:

No sé qué pensará usted de la Melancolía, pero a uno se le saltan las lágrimas viendo ciertas cosas de Durero después de haber leído a Panofsky. Ayer escuché por primera vez en mi vida la 9ª de Mahler. ¿Por qué hace diez años no entendía nada de este buen hombre y ayer me estremecí en el primer movimiento? ¿Porque sí? ¿Ciencia infusa? ¿Me dejé llevar? ¿Había llegado el momento -mi momento- de oír a Mahler? ¿Nunca le ha pasado con un libro o con un cuadro esto mismo? Aquello que le era ajeno, que no le causaba ninguna emoción entonces, es ahora parte de su bagaje sentimental ¿Por qué? ¿Nada tiene que ver en eso lo que usted ha leído visto u oído en el tiempo que media entre ambos momentos?

Si fuera usted «el buen salvaje» recién llegado de la selva, y, si colocado frente a «Las Meninas» rompiera a llorar de alegría, si no pudiera contener un grito de júbilo frente a esa tela llena de manchurrones, entonces, amigo, correría a abrazarle aún a riesgo de que malinterpretara mi gesto y me atravesara con su lanza.

La enorme emoción que nos produce la buena pintura, (una para unos otra para otros) no depende sólo de una revelación exenta, purísima e incontaminada. Allá donde vamos, allá donde creemos que la mayor de las sorpresas nos asalta, se despliegan al mismo tiempo todos los mecanismos del conocimiento, los recuerdos y las relaciones. Y menos mal que es así.”

 

 

Conclusión:

Afortunadamente para nosotros el día de hoy existe el medio del Internet y dentro de este existen blogs sobre muchos temas polémicos. A mi me resulta interesante cómo se llega a discutir un tema con ferocidad por diferencias en los campos semánticos de las palabras. Los invito a explorar estos temas y a tomar partido fortaleciendo sus creencias y percepciones.

Aquí he tratado de desmenuzar un poco las reacciones que pueden ocurrir a un cuerpo ante las obras de arte. Ciertamente estas reacciones por lo general están envueltas en emociones y la emoción que hoy sentimos frente a una obra, muy probablemente no la sintamos mañana. La cotidianeidad todo lo vuelve gris. La emoción de ver por vez primera la torre Eiffel en París se pierde al grado de dejar de voltear a verla cuando uno pasa por allí cuatro veces al día durante un año.

Para mi el goce intelectual está siempre ligado a algún hallazgo dentro de un proceso de investigación, a la confirmación de una hipótesis o de una intuición. El goce estético o goce espiritual está más ligado a la emoción que se puede desprender de la acumulación de conocimientos y experiencias. Tan solo pensar en que pronto podré visitar el museo nacional arqueológico y el Museo de Capodimonte en Nápoles me produce una tremenda emoción porque se lo que contienen y son piezas clave para una investigación que estoy haciendo sobre la pintura romana.

El demostrar que una pintura que estuvo en Cuernavaca por muchos años, que se pensaba que era un bodegón inglés, es obra original de Diego Velázquez de su época de Sevilla, del año 1619, produce un gran goce intelectual.

Quisiera concluir diciendo que todas estas reacciones frente a las obras de arte que les he presentado no se producen en todas las personas, y que, cuando se presentan, se producen en cada persona en intensidades muy diferentes y cuando se repiten en una misma persona también se presentan, como los temblores de tierra, en muy diferentes intensidades. También quiero agregar que no son todas las reacciones posibles, son solo aquellas que han llamado mi atención. He dedicado algún tiempo a tratar de generar un catálogo de aquellas obras de arte que han logrado producir en las personas sensibles una reacción similar a lo que se describe como el síndrome Stendhal mediante una encuesta. Mi interés es poner a disposición de quien lo quiera este cúmulo de obras que para muchos de nosotros quizás sean desconocidas y que al exponernos a ellas nos pueden generar un increíble gozo sea estético o con suerte el mismo Síndrome de Stendhal.

Muchas gracias.

 

Muchas gracias.

Presentación de Eduardo Rubio Elosúa.

Eduardo Rubio nació en Monterrey hace 54 años. Desde muy temprana edad le dio por ponerse a pensar y se planteó problemas y dudas que aún no ha podido resolver con claridad. Gran parte de su esfuerzo diario está orientado al disfrute de la vida. Le gusta mucho leer poesía antes de desayunar. Vive en la calle más hermosa del país, en la ciudad de Morelia en una casa antigua, restaurada con el propósito de hacer de ella una obra de arte y un estímulo permanente para los cinco sentidos. Los dos patios llenos de macetas con flores son iluminados por el sol y en ambos hay fuentes cantarinas permanentemente visitadas por muy diversos pájaros. Se entretiene casi todo el día dentro de su biblioteca, urgando dentro de cuanto libro cae en sus manos.

Le gusta mucho viajar principalmente a lugares en donde hay mayor concentración de obras de arte, cultura y civilización por centímetro cuadrado. Sus ciudades favoritas son París, Roma y las ciudades andaluzas. Ha pasado largas temporadas en Francia, España, Italia y el noreste de los Estados Unidos. Le encanta la fotografía desde que era un niño y la usa como su principal medio de expresión artística.

Ha escrito varios libros, aunque realmente no le interesa tanto la difusión de éstos. Piensa que las obras hay que escribirlas y hacerlas muy bien, con mucha inteligencia y una fuerte dosis de pasión. Éstas encontraran su camino y llegarán en su momento al encuentro con sus lectores. No le gusta leer periódicos ni enterarse de las noticias que explotan con morbo los medios de comunicación. No le interesa estar al día, ni conocer los fenómenos de moda. Se ha ganado muchas enemistades entre los servidores públicos porque se atreve a increparlos, desnudar sus incapacidades y decirles sus verdades públicamente. Vive con la conciencia de que en cualquier momento se puede morir y por ello trata de vivir cada instante a plenitud, con pasión, intensidad y perspectiva.

Eduardo Rubio agradece no ser famoso, pasar inadvertido en casi cualquier lugar y ser dueño de todo su tiempo para gastarlo en lo que él decida en su momento. Para él, la conversación es algo que debe fomentarse pues es la manera de lograr un profundo intercambio de ideas a través de un medio muy disfrutable, sopeada en un buen café o roseada de unos buenos tintos o mezcales. Ha buscado especializarse en el arte de recibir en su casa, de ser un buen anfitrión.

Él no está ligado a ninguna institución, no da clases regulares porque no le gusta comprometer su libertad de movimiento y su tiempo.

Entre sus pasatiempos están el leer bellos textos en familia y en voz alta, el apoyo a jóvenes talentos, el rescate y preservación de libros antiguos y documentos manuscritos, la gastronomía en todos sus procesos y el producir los mejores mezcales de México.

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