Eduardo Rubio: Un Buscador de Ideas Luminosas. (Entrevista realizada en 1989)

EDUARDO RUBIO: Un Buscador de Ideas Luminosas.

Entrevista realizada por Eduardo Crisóstomo en 1989.

 

Por accidente, el ámbito visible de Eduardo Rubio es ese, el que forman las obras de arte y su mercado: los clientes, los conocedores, los coleccionistas…

Pero detrás de él hay un mundo -para muchos sólo sospechado- de curiosidad sin límites, de intereses múltiples y de pasión por el arte y la cultura en todas sus expresiones.

Habitan ese mundo íntimo, personajes que de alguna forma han sido sus maestros y guías: Hubert Reeves y Federico de Lachica; expresiones que no son de la plástica, música, poesía, ensayo, fotografía. También minerales milenarios y antigüedades, libros de temas tan diversos que van desde lo que grandes pensadores han escrito sobre el té, el café, la gastronomía, hasta la filosofía o la astrofísica.

Con su conversación pausada – a veces interrumpida por llamadas, otras detenida para dar orden a las ideas – Rubio va revelando una parte de ese universo.

La profesión es una parte del ejercicio del trabajo; la vocación es la vida completa. Mi vida completa está enfocada hacia la historia del arte y esta formación empecé a recibirla en mi casa desde que abrí los ojos. Siempre estuve rodeado de objetos bellos y de libros. Mi padre, el poeta Alfonso Rubio siempre ha sido un enamorado del arte.

En algún momento – confiesa – pensó dedicarse a la producción del arte; incursionó en la pintura luego escribió poesía y ensayo. Renunció a ser pintor.

Nunca me ha gustado dejar el conocimiento a medias. Cuando pintaba, estudiaba muchísimo la historia y las técnicas de la pintura. Sencillamente me di cuenta de que para ser realmente un profesional había que profundizar y dedicar mucho tiempo al ejercicio del oficio y yo no tenía tiempo para hacerlo.

Me dediqué a lo que sentí que podía hacer bien: la investigación en el arte. De ahí, decidí irme a París, a estudiar el doctorado en historia del arte y a empaparme de relaciones con personas vinculadas con los procesos artístico-culturales.

 

Sus Guías.

Lo lógico en Monterrey – dice Rubio – hubiera sido estudiar ingeniería. Todos sus amigos y ex-compañeros de escuela lo son ahora. Pero definió su rumbo gracias al contacto con personas que lo «iniciaron», entre ellos Gabriel Zaid y el Ing. Federico de Lachica con quienes sostenía largas y profundas conversaciones, y de quienes adquirió el entusiasmo por el conocimiento y la apertura hacia otras culturas.

Una persona que tuvo mucho que ver en mi formación espiritual es Federico de Lachica, quien, a pesar de ser ingeniero, es un hombre que cultiva un gran amor por la poesía, la literatura, la música, la arquitectura y todas las manifestaciones y expresiones culturales.

Siempre he estado muy cercano a él. Gran parte de mi actual apertura espiritual se fue conformando gracias a las largas conversaciones que sostengo con él. Él me ha enseñado a pensar en función de sistemas en vez de individuos o razas. También me ha estimulado a aprender idiomas hasta dominarlos; a viajar y a relacionarme con las personas que realmente hacen que las cosas sucedan. Él también me ha introducido al arte de la gastronomía, generándome apertura hacia vinos, licores y platillos diversos. Otra persona que ha fungido como guía intelectual ha sido Gabriel Zaid.

No es que ellos determinaran algo en mí, es gracias a la amistad y la atmósfera en que está envuelta que uno se contagia del entusiasmo para emprender su búsqueda personal.

Un personaje muy especial para Rubio es Hubert Reeves, científico canadiense, astrofísico, uno de los principales consultores de la NASA y de todos los programas espaciales del mundo. No lo conoce personalmente, sólo lo ha visto por televisión y leído sus libros que tratan acerca de la historia del universo y de la materia; del proceso que siguió la materia hasta que surgió la vida.

Me parece que es uno de los hombres más brillantes del planeta y uno de los más humildes. Un día lo vi por televisión, vestido en blue jeans, con su cabello largo (aunque está calvo) cantando canciones para los niños. Lo más asombroso es que, a pesar de todo lo que sabe, es un hombre profundamente religiosos y profundamente curioso.

Reeves dice que los dos grandes misterios, a los que la ciencia nunca a podido penetrar son el de la creatividad humana y el de la ternura. Él ha sido uno de mis focos luminosos, es uno de los personajes vivos que más admiro y que nada tiene qué ver con la pintura o las bellas artes.

 

Su búsqueda.

En su búsqueda Rubio encontró que lo que más le gusta es saber, investigar, y su interés se enfoca hacia la filosofía en que se sustentan las cosas.

Un día, en Monterrey, impartió una conferencia sobre el té, sus orígenes y su presencia en el mundo. La conferencia fue seguida de una degustación para la cual hizo traer desde Francia, algunos tés procedentes de ciertos jardines del Himalaya, de Ceilán y de China.

Para mí, no es suficiente el conocer cómo se prepara esta bebida sino conocer toda la cultura que existe detrás de una taza. El té no sólo es la bebida que más se consume en el mundo, son muchos los datos que valen la pena conocer para apreciarlo a profundidad. Es allí en donde se manifiesta mi espíritu curioso que me hace investigar. Me gusta profundizar en el conocimiento de las cosas aunque ésta resulte ser banal para otros. me interesa conocer en dónde y cómo se cultiva la planta, sus virtudes, su significación cultural y el camino que recorrió para llegar a Europa. ¿Cómo fue que el té se constituyó en parte fundamental de la cultura de Inglaterra? Mi curiosidad no termina con el té. Me pasa lo mismo con el café, los alcoholes o el tabaco.

 

Sus placeres.

Hay un gozo muy grande en aprender cosas. Los caminos pueden ser muchos y muy diversos. A mi me gusta investigar y profundizar mi conocimiento en diversas áreas.

Rubio dice que cada día, al levantarse, dedica entre una y dos horas a la lectura, aunque ésta sea un tanto cuanto desordenada. Son horas que no las dedica a una investigación específica. Le gusta recorrer los estantes de su biblioteca y sacar de entre éstos el primer libro que le despierta interés.

No hay placer más grande que cuando encuentro una idea luminosa. Ese es mi desayuno, buscar ideas luminosas. Las encuentro en libros tan diferentes entre sí. Un día en un libro de astrofísica, otro día en uno de diseño o de filosofía. Me gusta regalarme esa emoción a diario.

También le da placer encontrar ciertas antigüedades. No lo hace para venderlas. Las compra para conservarlas y estudiarlas, al igual que colecciona fósiles y minerales, testimonios de formas de vida que existieron hace millones de años.

Me interesan por lo que son, por su belleza, por la maravilla que es un fósil, un registro de la vida de hace millones de años. Es un privilegio estudiarlos de cerca. Por ejemplo las amonitas que tienen aproximadamente cien millones de años y que aún conservan el nácar original de la concha del animal, son una verdadera maravilla.

Publicada en el periódico El Norte, Sección Esta es su Casa, 5 – D, Domingo 10 de diciembre de 1989

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