Antes de intentar aproximarme a la pintura de Sergio, me resulta indispensable acercarme al hombre y su vinculación con las artes. Antes que pintar lo suyo ha sido siempre la música. Su introducción al arte se dio primeramente por los sonidos, los tiempos y los ritmos. Su formación espiritual aunque muy mexicana quedó impregnada por diez años de vida en Inglaterra, mismas que le dieron gran estructura y acceso al mundo del arte y la cultura desde un ángulo europeo.
Dentro del propio universo musical sus capacidades sorprenden. Sergio se formó durante años como guitarrista clásico, pero esa coordinación entre cerebro y manos derivó instintivamente en un impresionante dominio de las percusiones, algo que, si lo hubiera querido, hubiera podido explotar profesionalmente. Sergio desarrolló un profundo conocimiento de la música, y esto, sumado a su experiencia europea, lo acercó a otras culturas. Por otra parte, es importante destacar su interés por el cultivo de la voz hasta hacer de ésta, por muchos años, su principal trabajo como profesional. Sergio se formó como cantante en The Guildhall School of Music and Drama en Londres. Tal vez los ritmos, tal vez los timbres de los distintos instrumentos, tal vez las voces, fueron el primer vínculo para luego profundizar en el pensamiento, las creencias, la sabiduría de ciertos pueblos milenarios.
La posibilidad que tuvo de confrontar lo que él traía como herencia cultural con lo que era la cultura de otros pueblos lejanos, lo hizo pensar, lo invitó a escudriñar en estos mundos, tratando de sacar la esencia y lo mejor de cada uno de ellos. En su proceso creativo siempre se han coordinado la mente y las manos, por ello no nos resulta difícil entender su necesidad de pintar. Existe sin duda una relación entre los sonidos y los colores, como también existe una entre los timbres, los ritmos y las formas.
Hay otro dato que me parece muy importante mencionar en la formación de Sergio que es su preocupación por los procesos de sanación a través de la energía en lo que hoy se conoce como medicina alternativa. Esta preocupación lo llevó a seguir toda una carrera paralela a su producción musical. Me explicaba en una conversación que esto se inició con el acercamiento que él tuvo de niño con una mujer que curaba con las manos. El tema de las manos es recurrente de nuevo en su actividad diaria.
Aunque su gusto por la pintura viene de muchos años atrás, es hasta hace relativamente poco que él decidió dedicarle un tiempo importante a esta actividad. Aunque Sergio no parte de una definición precisa respecto a su trabajo como artista plástico, podemos ver claramente en sus resultados pictóricos una concentrada pasión por la música. En su obra podemos apreciar múltiples capas de colores que se van sumando estructuralmente y que conforman texturas que rebasan la composición. Son como energías atrapadas que quizás en su inconciente pudieran tener propiedades terapéuticas.
Sergio Martínez antes que ser un pintor, antes que ser un artista, es un hombre dotado de un ser profundamente intuitivo que por oscuras razones se encuentra dentro de una sociedad altamente pragmática y racional, y busca integrarse a ella y sobresalir formando un grupo musical con un tinte profundamente mexicano tradicional. Quizás ésta ha sido una forma superficial que encontró para sobrevivir dentro de esta sociedad regiomontana que poco espacio abre a las manifestaciones profundas del espíritu.
Sergio tiene una esencia de curandero chamán y su manera de manifestarse es a través de las manos y la voz. Como muchos otros espíritus afinados encontró un balcón para manifestarse públicamente cantando en foros públicos y privados, pero esto solo muestra una muy pequeña parte de lo que su espíritu es capaz de dar.
Ahora la pintura le abre una nueva puerta de comunicación con la sociedad que lo vio nacer, una puerta en la que un Sergio ya maduro se sumerge en un diálogo con las profundidades de su espíritu mediante el rito de enfrentarse, por varias horas diarias, con los sonidos del interior de su ser, convertidos ahora en materia viva. Aquella música fresca contenida en su interior, encuentra una manera de cobrar vida a través de telas pintadas que recogen estas manifestaciones desde el fondo de su alma. Cada cuadro expresa eso que no es posible traducir a palabras, eso que tal vez se pueda expresar de otro modo a través de la voz o de sonidos articulados conectando el corazón y la inteligencia con las manos.
El arte, llámese música o pintura en este caso, es sólo una de las posibles vías que explora el espíritu de un ser sensible e intuitivo para manifestarse.
Eduardo Rubio
Morelia, Michoacán
Otoño 2011.